Olor a piel limpia con Heno de Pravia Té blanco y glicerina

No existe perfume más delicioso, fresco y sensual a la vez, que el que desprende nuestra piel recién salida de la ducha, aún mojada y radiante de jabón, a la espera de la crema corporal. Es un aroma tan seductor como efímero, aunque en los últimos tiempos afortunadamente se ha vuelto a "poner de moda" y proliferan las propuestas olfativas como Clean, las fragancias empolvadas o jabonosas, el concepto de "anti perfume" como una de las aguas de Serge Lutens.

Picoteo en Clarel  -Haro, Agosto 2016-

Pero no hace falta pagar millonadas ni buscar en exclusivas perfumerías nicho para clonar y eternizar esta gloriosa sensación: una lectora del blog me dio la clave al recomendarme la colonia Heno de Pravia en su versión de té blanco.

Heno de Pravia es una marca española de las de "Toda la vida" su jabón de tocador es un clásico en el hogar de familias de varias generaciones, y por supuesto en la mía, donde mi abuelo y mi padre eran adictos a La venganza de Don Mendo, esa delirante comedia de Muñoz Seca. Hay un momento en el que vienen unos caballeros de Pravia para vengar una ofensa familiar y dicen:

Para lavar el baldón,
la mancha que nos agravia
conde Nuño: ¡Henos de Pravia!

 Hay desde siempre un bote de colonia Heno de Pravia en el aseo de mis padres, y es un olor que no me disgustaba pero que, como muchos otros ( Nenuco, Dulces sueños, S3, Denenes, lavanda de Puig e incluso Gotas de Mayfair), eran catalogados en mi subconsciente como "colonias de litro" y, por lo tanto, not for me. ¿Unas gotas de esnobismo? Sin duda, pero no las puedo evitar.

Y, sin embargo, la primera vez que olí esta colonia de té blanco y glicerina en la perfumería Clarel de Haro, me derretí. Me gustó demasiado: es sutil pero poderosa, radiante pero no cítrica, fresca pero no floral ni infantil: suave, jabonosa y muy, muy armónica. ¡No podía creer que una creación olfativa tan delicada y bien terminada se vendiera en grandes superficies a precio de garrafón!

 

Éste ha sido mi trío olfativo de verano, y oh sorpresa, perdura el día entero en la piel. No evoluciona, no se degrada. Por la mañana dedico cinco segundos a embadurnar todo mi cuerpo en la leche de colonia de Natural Honey, luego literalmente me ducho en la colonia pues cuesta menos de tres euros  y puedo permitírmelo, y doy el toque de gracia con el desodorante, que no contiene alcohol y es la guinda del pastel para que la fragancia perdure. 

El resultado es un olor inconfundible, personal, que me calma y me hace desear la vida al mismo tiempo, que me hace sonreír al sentirme poderosa como una femme fatale y delicada como una doncella austeniana. Y lo que más me asombra: al llegar a casa por la noche, aún guardo un ligero rastro del aroma que me ha acompañado en todos los rincones y circunstancias de mi día.