SOBRE TRIGLICÉRIDOS Y OTRAS BANALIDADES

Andaba yo preocupada por los triglicéridos. Peor aún, andaba muy preocupada por preocuparme por los triglicéridos. Los años no pasan en balde y el resultado de los análisis estaba ahí para demostrarlo. Ya tenía suficiente con el trabajo, la compra, la crisis, los exámenes, la proximidad de la preadolescencia, las manchas, las arrugas y demás menesteres del día a día como para preocuparme por los triglicéridos. Doscientos treinta triglicéridos para ser exactos. Supongo que cuando uno se preocupa por los triglicéridos ha de preocuparse por la tensión ya que ambos "parámetros" pertenecen a la misma "familia". Así que éste, y no otro, fue el motivo por el que decidí entrar. Nada como ir de tiendas para relajarse y cuidar la salud.
Si bien la "orden de alejamiento" continúa vigente, el precio de cada prenda superaba en dos ceros el límite de mi visa por lo que no había posibilidades de conculcarla cayendo en el dispendio. Entré despacio en la tienda "it" del momento y enseguida reconocí cierta similitud con los restaurantes caros. Cuanto más caro es el restaurante más grande es el plato y más escasa la comida. Una mezcla de salón y cuarto de estar con flores frescas y maderas oscuras y, en cada esquina, unas cuantas prendas de ropa estratégicamente colocadas. No más de cinco o seis por zona. En una butaca una chica de unos veinticinco estaba sentada con cara de abatimiento, mientras que otra, más joven, buscaba entre las perchas con delicadeza. Por como colocaba las prendas adiviné que sería la dependienta. Ninguna de las dos tenía aspecto de preocuparse por los triglicéridos, las arrugas, el peso o el gimnasio sino más bien de "errores de la naturaleza". Ese subconjunto femenino a las que todo, todo, absolutamente todo les queda bien. Esas que suelen salir en las portadas de las revistas y en las vallas publicitarias haciéndonos sentir, si cabe, más pequeñas.
Así que entre cashemir, pelo de camello, seda salvaje y tejidos futuristas decidí averiguar el motivo de preocupación de la joven (1*) mientras recordaba con nostalgia lo bien y discretamente que se revuelve en Zara (*2). Alfredo había invitado a Marta, la joven abatida y su flamente novia, a la cena de empresa y, como es natural, Marta no tenía qué ponerse. Mónica, que así se llamaba la dependienta, intentaba ayudarle en la resolución de semejante drama. Por las dos tazas de "Café y Té" de la mesita y por el número de prendas que se apoyaban sobre un decorativo diván, entendí que llevaban un largo rato intentando resolver tan grave problema.
A estas alturas de mi investigación me encontraba dialogando con unas horquillas de piedras a cuyo pago alcanzaba mi visa. Debía marcharme inmediatamente antes de claudicar en el dispendio y sumar a mi preocupación por los triglicéridos los remordimientos de la compra compulsiva. Me pesaba irme sin saber que sería de la pobre Marta sin vestido pero, justo cuando iba abandonar el local oi a Mónica que decía: "¿para enamorar? o ¿para seducir? Me di la vuelta.
Mónica estaba de pie frente a Marta, en una mano llevaba un vestido estilo Jackie: negro, de escote barco y manga japonesa, entallado y a la rodilla, sobrio y elegante, en la otra un vestido lencero color ciruela, escaso de tela dejándo el éxito del vestido más a las horas de gimnasio y a los días de ayuno que al diseñador. A Marta se le iluminó la cara. No sé cual de los dos eligió pero por la expresión de su cara me pareció que había encontrado su vestido.
Al salir de la tienda comprendí que los dos ceros adicionales de las etiquetas no responden tanto a la exclusividad de la prendas sino a lo difícil que resulta encontrar a alguien que hablé con franqueza. Y en cuanto a los triglicéridos, creo que no volveré a preocuparme por ellos hasta que averigue qué vestido compró y que fue de Alfredo.
(1*) La joven: al pan pan y al vino, vino. ¡Hay que fastidiarse!
(2*) Una semana sin entrar: ¡qué barbaridad!

3 comentarios:

  1. ¡¡¡Has vuelto!!! Y... qué vuelta... ¡Madre del Amor hermoso! Me has dejao sin palabras.
    Una entrada genial, una descripción antológica, una frase buenísima.

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  2. Hola, Benita! (soy un desastre, hasta que no he visto el comentario de Rocío no me he dado cuenta de que lo habías escrito tú...) Me ha encantado!!!

    Un beso y no te vayas tanto tiempo

    Carmen

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